En aquel entonces las mujeres no estaban protegidas.
Recuerdo las reglas, reglas que no estaban escritas pero que cualquier mujer conocía: No abras la puerta a un extraño, aunque diga que es un policía; en ese caso, pídele que pase su tarjeta de identificación por debajo de la puerta. No te pares en la carretera a ayudar a un motorista que parezca tener un problema; no frenes y sigue tu camino. Si alguien silba, no te vuelvas para mirar. No entres sola de noche en una lavandería automática.
De "El cuento de la criada"
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