Detrás de mis ojos brotaron lágrimas calientes y me ardieron los oídos. Tenía ganas de llorar, pero sabía que era inútil, así que me puse a andar, mirando cuidadosamente a mi alrededor, y fue afortunado que lo hiciera, porque había dejado atrás la carnicería y de pronto allí estaba, a corta distancia de la calle, en un camino de tierra.
De "La reina de la remolacha"
En la antología "Viajes indiscretos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario