12.5.24

Delphine Horvilleur. Antes de venir al mundo...

La mística judía es a su manera un poco "doltiana". En cualquier caso, sugiere que toda criatura escoge antes de venir al mundo a los padres que lo engendrarán, incluyendo qué familia de acogida será la más propicia para brindarle aquello que necesita experimentar durante su paso por este mundo. Nuestros padres responderían así a las necesidades de nuestra alma.


De "Madres, hijos y rabinos"
    

11.5.24

Marta Eloy Cichocka. [para siempre]

irá contigo a pasear una hora al atardecer
echará las raíces de sus pestañas para siempre
en tu corazón vacío podría ser una diosa
será amiga de las musas enemiga
   
de los críticos no se convertirá en tu amante
no será nunca tu esposa no se divorciará por ti
no te dará unos mocosos que se persigan
por los parques a la caza del silencio y de la calma
   
no te hará la comida no te armará broncas 
que si trabajas mucho que regresas tarde ganas
poco no la quieres lo suficiente y la engañas
de pensamiento palabra obra y poema al contrario
   
crearéis vuestro tercer mundo al borde de la almohada
para que vuestras sienes en dos casas alejadas
puedan dormirse acurrucadas en un sueño común
de un amor que sustenta da alas y no pasa
   
y eso será precisamente lo que nadie le perdonará nunca


En "Luz que fue sombra"
    

10.5.24

Ajo. 4

Siempre siempre siempre siempre siempre
siempre siempre siempre siempre siempre
y aún así me parece poco.


De "Micropoemas 2"

    

9.5.24

Emilia Pardo Bazán. Dulce sueño

Fuera, llueve: lluvia blanda primaveral. No es tristeza lo que fluye del cielo; antes bien, la hilaridad de un juego de aguas pulverizándose con refrescante goteo menudo. Dentro, en la paz de una velada de pueblo tranquilo, se intensifica la sensación de calmoso bienestar, de tiempo sobrante, bajo la luz de la lámpara, que proyecta sobre el hule de la mesa un redondel anaranjado.


Principio de "Dulce sueño"
    

8.5.24

Louise Glück. Albada

El mundo era muy grande. Luego
el mundo era pequeño. Ah,
muy pequeño, tan pequeño como
para caber en un cerebro.
   
Carecía de colores, era todo
espacio interior: nada
entraba ni salía. Pero el tiempo 
se filtraba en cualquier caso, esa
era la dimensión trágica.
   
Me tomaba el tiempo muy en serio en esa época, 
si mal no recuerdo.
   
Una habitación con una silla, una ventana.
Una pequeña ventana, llena de las formas que dibujaba la luz.
En su vacío el mundo
   
siempre era algo entero, no
un pedazo de otra cosa, con
el yo en el centro.
   
Y en el centro del yo,
un dolor que no me creía capaz de soportar.
   
Una habitación con una cama, una mesa. Destellos
de luz sobre las superficies desnudas.
   
Tenía dos deseos: deseaba
estar a salvo y deseaba sentir. Como si
   
el mundo hubiera tomado 
una decisión contra el blanco
al desdeñar sus posibilidades
y preferir en cambio la sustancia:
   
paneles
dorados donde daba la luz.
En la ventana, las hojas
rojizas del haya.
   
Y al margen de la quietud, hechos, objetos
borrosos o aglutinados: en algún sitio
   
el tiempo se agitaba, el tiempo
pedía a gritos ser tocado, ser
palpable,
   
la madera pulida
resplandecía con cientos de matices...
   
Y entonces volví a ser
una niña que tenía delante la riqueza
e ignoraba de qué estaba hecha la riqueza.


De "Vita nova"
    

7.5.24

Jolanta Stefko. Un lugar...

Un lugar. Donde bien entrada 
La noche se puedan observar
Las estrellas brillando, escuchar
   
El silencio, tocar la muerte, permanecer en el corazón mismo
De un mundo vacío, aterrador, negro:
Con el alfabeto de la soledad escribir 
   
Sobre un vidrio húmedo
Palabras incomprensibles, oraciones, conjuros,
Sueños, órdenes (que yo no esté en ninguna parte)


En "Luz que fue sombra"
    

6.5.24

María Luisa Bombal. Mi amor estaba allí...

Mi amor estaba allí, agazapado detrás de las cosas; todo a mi alrededor estaba saturado de mi sentimiento, todo me hacía tropezar con su recuerdo.


De "La última niebla"
en el libro "La última niebla / La amortajada"
   

5.5.24

Joanna Oparek. El río de la felicidad

Toda tu felicidad me tocó a mí 
tengo dos felicidades que alimentar
   
y si no las alimento las tengo que estrangular
y si las estrangulo tengo que saltar del puente
al seco lecho del río clavarme hasta el cuello
llorar lágrimas dulces y esperar a que inunde
el río de la felicidad
el lecho ya cubierto de hierba


En "Luz que fue sombra"
    

4.5.24

Pita Amor. Yo soy mi casa

Si el amor no lo he cantado,
será porque lo he vivido?
Si el dolor lo he pregonado, 
será porque va conmigo?


En "Pita Amor. Un caso mitológico.
Antología de Guadalupe Amor"
   

3.5.24

Beryl Markham. Al oeste con la noche

Es posible poner orden en los recuerdos? A mí me gustaría empezar por el principio, pacientemente, como una tejedora en su telar. Quisiera decir: "Aquí es donde cabe empezar, no hay otro punto".
Pero hay infinidad de lugares por donde empezar: Mwanza, el Serengueti, Nungwe, Molo, Nakuru. Fácilmente, vienen a la mente hasta cien nombres, y lo mejor es empezar escogiendo uno, no porque sea el primero, ni porque guarde una importancia singular, sino porque está ahí: encabezando mi diario de vuelo. En definitiva, yo no soy una tejedora. Las tejedores crean. Y esto es un ejercicio de memoria, una evocación en la que los nombres son llaves que abren pasadizos algo marchitos en la mente, pero familiares aún al corazón.


Principio de "Al oeste con la noche"