19.3.24

Sylvia Plath. Cumbres Borrascosas

Los horizontes me rodean como haces de leña,
inclinados y dispares, y siempre inestables.
Podrían calentarme si les rozara con una cerilla
y sus finas líneas chamuscarían 
el aire hasta anaranjarlo 
antes de que las distancias que unen se evaporen 
al aplastar el cielo pálido con un color más vivo.
Pero solo se disuelven y se disuelven 
como una serie de promesas mientras yo avanzo.
   
No hay vida más allá de la altura de la hierba
o los corazones de las ovejas, y el viento 
se derrama como el destino mientras inclina 
todo en una dirección. 
Siento cómo intenta
quitarme mi calor.
Si presto a las raíces del brezo
mucha atención, me invitarán 
a blanquear mis huesos entre ellas.
   
Las ovejas saben dónde están, 
pastan en sus nubes sucias de lana,
tan grises como el tiempo.
Las ranuras negras de sus pupilas me absorben.
Me siento como si me enviaran por correo al espacio,
un mensaje corto y tonto.
Van disfrazadas de abuela,
pelucas con rizos, dientes amarillos
y balidos firmes de mármol. 
   
Llego a los surcos de las ruedas y al agua
límpida como las soledades
que se me derraman entre los dedos.
Los umbrales huecos van de pasto en pasto;
el dintel y los umbrales están descoyuntados.
El aire solo recuerda de las personas
unas cuantas sílabas extrañas.
Las repite entre quejidos:
piedra negra, piedra negra.
   
El cielo se apoya en mí, yo, que soy lo único vertical
entre todo lo horizontal. 
La hierba bate distraída la cabeza.
Es demasiado delicada
para una vida en tal compañía;
la oscuridad la aterra.
Ahora, en valles estrechos
y negros como monederos, las luces de las casas
relucen como calderilla.


En "Antología de las poetas estadounidenses"
    


18.3.24

Claribel Alegría. Te invento

Te invento en el jardín
invento que me hablas
que me llamas
y en realidad me hablas
y a veces no comprendo 
lo que dices
y me asombro de ti
de tu misterio
y finjo que comprendo
para que no te alejes.
Día a día te invento
y esa es mi manera 
de enfrentarme a tu ausencia 
porque de no inventarte 
se esfumaría el gozo
de mis horas
y tú te esfumarías.


De "Saudade"
    

17.3.24

Lauren Mendinueta. Que no te hiera una palabra

Una palabra oscura puede quedar zumbando
dentro del corazón.
Olga Orozco

Para mi hija Laura


Puedes quebrar una palabra en dos.
Puedes oír el crujido de la separación.
Puedes desmembrarla, destriparla, degollarla. 
Puedes conservar una parte y lanzar la otra
como se lanza un guijarro al lago.
Puedes arrancar un trozo de palabra con los dientes.
Puedes masticarla hasta que no quede aire.
Puedes derretirla como un hielo en la lengua.
Puedes estrellarla, estamparla, espantarla 
como se espanta una mosca con la mano.
Puedes pincharla con una aguja hasta desangrarla. 
Puedes amordazarla, crucificarla, explotarla. 
Puedes abandonar una palabra y echarte a andar.



De "Vivir tan adentro"
   

16.3.24

Rita Dove. El terror y la lástima

por ejemplo: el frío dolor, el dolor de mierda,
una conmoción, un fruncir, una onda.
   
agudo, por supuesto, más diversamente:
nítido o lacerante, limpio o borroso.
   
un murmullo, un cosquilleo en plenitud, luego
asentado. (bien) el fiable y sordo rugido.
   
puramente atravesado. un frío puñetazo seguido
de una calma irradiante...
   
puede ser agrio? sí. salado?
quizá; amargo, sin duda alguna;
   
y dulce, el dulce es peor,
un azul oscuro y puro de dolor,
   
un pálpito atrapado en su propia garganta
que intenta explicar;
   
por ejemplo: anestesiante, abrasador, penetrante, repentino.
por ejemplo: beodo, que dios se apiade. por qué. por favor.


De "Canciones para el apocalipsis"
    

15.3.24

Rebecca West. No puedo amar a nadie más...

-Aunque, por supuesto, también tengo otras razones para pensar que fuimos felices -dijo Oliver.
-Sí, lo entiendo -asentí.
-Acaso si amas a alguien, no dura para siempre? -preguntó Oliver.
-Para mí sí -dije.
-Para mí también -respondió Oliver-. Tú y yo somos del mismo tipo de persona. Celia está muerta, pero yo todavía la amo. No puedo amar a nadie más.


De "La prima Rosamund"
         

14.3.24

Adrienne Rich. VII

Qué clase de bestia convertiría su vida en palabras?
Qué redención es esta?
... Y sin embargo, al escribir palabras como estas,
también estoy viviendo.
Todo esto se parece a las señales aulladas de lis carcayús, 
esa cantata regulada de lo salvaje?
O cuando estoy lejos de ti e intento crearte con palabras,
solo te estoy usando como un río o una guerra?
Y cómo he usado los ríos, cómo he usado las guerras
para huir de escribir lo peor de todo:
no de los crímenes de otros, ni siquiera de nuestra propia muerte,
sino del fracaso de querer nuestra propia libertad con suficiente pasión 
para que los olmos marchitos, los ríos enfermos, las masacres parecieran 
meros emblemas de esa profanación de nosotras mismas?


En "Antología de las poetas estadounidenses"


13.3.24

Jane Kenyon. El dedal

Encontré un dedal de plata
en el suelo húmedo de la leñera, 
ni grande ni pequeño, el lado abierto
deformado en un óvalo por el peso de la leña
o porque la mujer que lo usaba
lo moldeó así para ajustarlo a su dedo.
   
Su borde decorativo de hojas, graciosas
y uniformes, como la cenefa de acantos
en el techo de lata de la iglesia...
se repite sobre nuestras cabezas
mientras decimos al unísono 
palabras que la dueña del dedal debió haber dicho.


De "De habitación en habitación"
En "De otra manera"
   

12.3.24

Isak Dinesen. Las perlas

-Si caigo -dijo-, será un consuelo para mí recordar que te he besado todas las veces que me has dejado -la volvió a besar ahora, y añadió-: Será un consuelo para ti?


De "Las perlas"
En "Cuentos de invierno"
    

11.3.24

Rosa Montero. La loca de la casa

Me he acostumbrado a ordenar los recuerdos de mi vida con un cómputo de novios y de libros. Las diversas parejas que he tenido y las obras que he publicado son los mojones que marcan mi memoria, convirtiendo el informe barullo del tiempo en algo organizado. "Ah, aquel viaje a Japón debió de ser en la época en la que estaba con J., poco después de escribir Te trataré como a una reina", me digo, e inmediatamente las reminiscencias de aquel periodo, las desgastadas pizacas del pasado, parecen colocarse en su lugar.


Principio de "La loca de la casa"
    

10.3.24

Anne Sexton. Una maldición en contra de las elegías

Ay, amor, por qué discutimos así?
Estoy cansada de tu charlatanería piadosa.
También lo estoy de todos los muertos.
Se niegan a escuchar,
así que déjalos tranquilos.
Sal del cementerio,
están muy ocupados estando muertos.
   
La culpa la tuvieron siempre los demás:
el último quinto de alcohol vacío, 
los clavos oxidados y las plumas de pollo
que se quedaban pegadas en el barro de la puerta trasera,
los gusanos que vivían bajo la oreja del gato
y el predicador de labios finos
que se negaba a llamar,
menos un día plagado de pulgas
cuando llegó arrastrándose por el patio
en busca de un chivo expiatorio.
Me escondí dentro de la cocina, en la bolsa para retazos.
   
Me niego a recordar a los muertos.
Y los muertos están cansados de toda esta pantomima.
Pero tú... tú sigue,
venga, vuelve a bajar
al cementerio,
túmbate donde creas que están sus caras;
vuelve a hablar con tus pesadillas de siempre.


En "Antología de las poetas estadounidenses"